domingo, 26 de octubre de 2008

El miedo a la Historia

En esta gran nación, la nación de los españoles, ha existido y existe, en mi humilde opinión, una serie de debates un tanto...no sabría usar la palabra indicada, pero quizá la que más se ajuste sea la de, "esperpéntico". Evidentemente, deformamos notoriamente la interpretación de la realidad y solemos, en la mayoría de las ocasiones, ser grotescos, ciegos y auto-confundirnos en la autocompadecencia. Miedosos de la historia, caminamos en el pánico de recordar, de aprehender, de asimilar...

El español puede borrar cuarenta páginas, negras páginas de su historia y permanecer callado, silencioso, cautivado en su vanidad innata, arrogancia inútil que justifica dando razón de sus grandes logros, los inconfundibles logros del pasado. El español ama y odia, envidioso de su prisión arraigada en los campos del recuerdo; odia y ama, avaricioso de miedos absurdos que columpian su existencia. En nuestros días, ha comenzado un proceso, criticado por muchos, alabado por otros...pero que, en el fondo, hará que nos encontremos con una realidad que ha pretendido ser olvidada desde hace ya algún tiempo. A aquel que fue motivo de orgullo para nuestro país en las causas contra Pinochet, se le recrimina ahora el meter las narices en nuestra historia, el querer dar la oportunidad a cientos de familias que reclaman poder enterrar a sus seres queridos, poder devolver la identidad a aquellos centenares de cadáveres que yacen ocultos en los campos de España. 

Muchos aluden a un "espíritu de la Transición", que no es que esté muerto sino que más bien ha llegado el tiempo de dar un paso más. En un gran artículo de mi compañero de fatigas José María Martínez, él menciona que "cuando alguien rescata del pasado determinados recuerdos y rencillas, normalmente lo hace desde el rencor y el revanchismo", con mi más sincero cariño esto me parece un gran error. Sinceramente, ¿a nadie se le ha ocurrido mencionar la palabra justicia? ¿por qué nos empeñamos en seguir presos de conceptos como rencor o revanchismo? Se dice que no es momento de abrir las heridas, pero ¿qué herida más grande puede haber que no saber que fue de tu ser querido, donde yace su cuerpo, aquel que fue tiroteado con balas de ira, balas que acallaban con odio? El espíritu de la Transición no ha sido traicionado y no lo será mientras se arraigue un principio fundamental de las sociedades democráticas, esto es, la Justicia. Como bien apunta Iñaki Gabilondo, éste espíritu fue el espíritu de la prudencia de una sociedad atemorizada, un ejercicio asimétrico, en donde los vencedores nunca perdonaron a los vencidos, ni a nadie; mientras, los vencidos nunca pasaron factura a los defensores del régimen. Es cierto, la transición supuso un gran acto de perdón, pero ¿de quién?

En éste intenso debate, en la mayoría de ocasiones, sale a relucir, con boquita pequeña, la famosa Ley 46/1977 o Ley de amnistía como así se conoce. Se argumenta que las investigaciones o el proceso abierto por Garzón es contrario a la legalidad, a esta ley en concreto. Mi inteligencia no llega a entender como una ley que fue elaborada para romper muchas de las atrocidades jurídicas existentes en el régimen anterior, puede condicionar este proceso. Muy señores míos, la amnistía fue concedida a los prisioneros de la dictadura, a la España plural que se escondía, no a aquellos que arremetieron en contra de la diferencia, no a aquellos que desposeyeron de la vida a cientos de muertos que padecieron las consecuencias de una dictadura, y mucho menos, a Francisco Franco Bahamonte.

No se trata de "tesis revisionistas", porque estos procesos, éste proceso en concreto, no trata de revisar la historia, sino de ir a la historia, desenmascarar los fantasmas que quedaron ocultos, o más bien a aquellos de los que nunca hemos querido saber. En cambio, viejos fragasaurius opinan que es un disparate y un gravísimo error la búsqueda de la verdad, o gentucilla barata que ríe al opinar sobre la solicitud del certificado de defunción del General Franco. Cuando observo eclipsado estas aptitudes pienso en aquel anciano hombre que hablaba de un recuerdo de oídas sobre su padre, al cual no recuerda porque nunca conoció, ni tan siquiera llevó flores a un pobre cementerio...responded a él, a su infancia, a su vida, que es todo un absurdo y ridículo error. 

Una sociedad democrática madura, comprometida, reconciliada, ha de ser capaz de destapar su historia, de enfrentarse a ella con arraigo, con fuerza, porque no ha de temer a la verdad.

 

 

No perdono a la tierra y a la nada...

 

Iván M.Ferrer

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