¿En qué consiste verdaderamente la Democracia? ¿Qué es el poder? ¿Quiénes se constituyen como sujetos en la estructuración organizativa de las sociedades? La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores. Nuestra sociedad, occidental, se envuentra condicionada por una nueva manera de ejecución del poder que, "emanado del pueblo", se define como democrática, lejos de entender ésta en su sentido primitivo. La democracia se ha convertido en un juego, en esencia, que se constituye o, más bien va ligado al concepto de participación, pero sometida a qué.
La sociedad se encuentra enarbolada a su propia condición esencial, llamémosle socialidad, en un marco de interrelaciones de y entre individuos, en la política pura y abstracta manifestada en la pura circunstancialidad en la que ésta se desenvuelve.
Los peligros mecen al compás de lo que el sentimiento de la masa revela en los datos. El descontento, la irritación con la clase política, el desinterés, la falta de involucración, la no aparaente participación voluntaria y los avatares del sistema conforman tendencias que desvirtúan la esencia del sentir democrático.
La realidad, a mi juicio, suscita y realmente presenta una auténtica crítica de los sistemas y valores democráticos. ¿En qué consiste verdaderamente la democracia? ¿sobre qué pilares se funda y sobre que tierra se enraiza?
En sentido etimológico llamamos democracia al "poder" (krátos) del "pueblo" (demos). Los griegos, de cuya lengua derivó el vocablo, la distinguían de otras formas de gobierno: aquella en la que el poder pertenece a uno solo, "monarquía" en un sentido positivo, "tiranía" en un sentido negativo, y aquella en la que el poder pertenece a pocos, "aristocracia" en sentido positivo, "oligarquía" en sentido negativo.
Hoy, sin embargo, entendemos democracia como la forma de gobierno en la que el pueblo es soberano. "La soberanía pertenece al pueblo". En el juego democrático, el del contexto social, encontramos tres rasgos estructurales fundamentales, es decir, el pueblo, con un aparente carácter soberano, el estado, como escenario de de un juego de llamamos o denominamos político, y la clase dominante como ejercicio fáctico, empírico y de hecho que ejerce la voluntad soberana. Ésta última está compuesta por las élites políticas conformadas por los Partidos Políticos. La estructuración de la realidad del conjunto de lo social incita a una definición meramente práctica del juego democrático que estima que la democracia se constituye a partir de la voluntad de la mayoría, y, en este sentido dentendemos la mayoría como el ejercicio del poder del mayor conjunto de voluntades individuales conducidas a las decisiones que afectan a lo colectivo, es decir, a la sociedad. En este sentido, podríamos expresar que es el pueblo que atendiendo a las voluntades particulares conforma una razón de ser y una voluntad, no ya de carácter cualitativo sino más bien cuantitativo.
Es lógico concebir que el juego de lo político en la democracia conforma una serie de rasgos comunes y que en definición no es más que un juego decidido por la masa y que comporta el ejercicio de las voluntades fundamentadas en el principio de mayoría. De este modo la democracia no es más que la organización de la voluntad colectiva.
La cuestión es la siguiente, ¿puede ser la voluntad representada? ¿es la masa social consciente, que no conciente, de su voluntad? Yo, personalmente, lo dudo.
La sociedad se encuentra enarbolada a su propia condición esencial, llamémosle socialidad, en un marco de interrelaciones de y entre individuos, en la política pura y abstracta manifestada en la pura circunstancialidad en la que ésta se desenvuelve.
Los peligros mecen al compás de lo que el sentimiento de la masa revela en los datos. El descontento, la irritación con la clase política, el desinterés, la falta de involucración, la no aparaente participación voluntaria y los avatares del sistema conforman tendencias que desvirtúan la esencia del sentir democrático.
La realidad, a mi juicio, suscita y realmente presenta una auténtica crítica de los sistemas y valores democráticos. ¿En qué consiste verdaderamente la democracia? ¿sobre qué pilares se funda y sobre que tierra se enraiza?
En sentido etimológico llamamos democracia al "poder" (krátos) del "pueblo" (demos). Los griegos, de cuya lengua derivó el vocablo, la distinguían de otras formas de gobierno: aquella en la que el poder pertenece a uno solo, "monarquía" en un sentido positivo, "tiranía" en un sentido negativo, y aquella en la que el poder pertenece a pocos, "aristocracia" en sentido positivo, "oligarquía" en sentido negativo.
Hoy, sin embargo, entendemos democracia como la forma de gobierno en la que el pueblo es soberano. "La soberanía pertenece al pueblo". En el juego democrático, el del contexto social, encontramos tres rasgos estructurales fundamentales, es decir, el pueblo, con un aparente carácter soberano, el estado, como escenario de de un juego de llamamos o denominamos político, y la clase dominante como ejercicio fáctico, empírico y de hecho que ejerce la voluntad soberana. Ésta última está compuesta por las élites políticas conformadas por los Partidos Políticos. La estructuración de la realidad del conjunto de lo social incita a una definición meramente práctica del juego democrático que estima que la democracia se constituye a partir de la voluntad de la mayoría, y, en este sentido dentendemos la mayoría como el ejercicio del poder del mayor conjunto de voluntades individuales conducidas a las decisiones que afectan a lo colectivo, es decir, a la sociedad. En este sentido, podríamos expresar que es el pueblo que atendiendo a las voluntades particulares conforma una razón de ser y una voluntad, no ya de carácter cualitativo sino más bien cuantitativo.
Es lógico concebir que el juego de lo político en la democracia conforma una serie de rasgos comunes y que en definición no es más que un juego decidido por la masa y que comporta el ejercicio de las voluntades fundamentadas en el principio de mayoría. De este modo la democracia no es más que la organización de la voluntad colectiva.
La cuestión es la siguiente, ¿puede ser la voluntad representada? ¿es la masa social consciente, que no conciente, de su voluntad? Yo, personalmente, lo dudo.
Iván Ferrer